sábado, 2 de agosto de 2008

DE JUANA EN LIBERTAD, INJUSTICIA Y MAS SUFRIMIENTO.



La viuda de Gregorio Ordóñez, asesinado en 1995, cree que convivir con él no es justo para la sociedad. A los vecinos de barrio de Amara les aterroriza la idea de cruzarse con De Juana, aunque no todos le temen. El dolor de las víctimas que han sufrido en su propia piel el látigo del terrorismo permanece vigente. Desde mañana, los familiares de las víctimas del barrio de Amara, en San Sebastián, tendrán que cruzarse con uno de los miembros de la banda que asesinó a uno de los suyos, Ignacio De Juana Chaos, que dejará la cárcel tras 18 años de condena por el asesinato de 25 personas. Ante su salida, el miedo y la oposición recorren el barrio donostiarra.«Si me lo encuentro le escupiría de la rabia que tengo. Sólo en sus ojos y en su cara se refleja toda su maldad», asegura una de las vecinas que reside enfrente de la futura casa del etarra. Sin embargo, no todos son tan valientes. El miedo es el sentimiento generalizado porque para muchos vivir en este barrio se ha convertido en un problema añadido y prefieren guardar silencio.Pero los más afectados serán los familiares de las víctimas que residen en Amara. A pocos metros de la calle de De Juana vive Ana Iríbar, viuda de Gregorio Ordóñez, concejal del PP en San Sebastián asesinado mientras almorzaba con sus compañeros de Ayuntamiento en 1995. «No hay derecho a que un asesino que no se ha arrepentido tenga que cruzarse con cualquier ciudadano que pague sus impuestos», dijo. Además, Ana Iríbar tiene que enfrentarse día tras día con las pintadas en la tumba de su marido, que insultan su memoria. «Él no lleva escolta (refiriéndose a De Juana), pero yo no puedo salir a la parte vieja de San Sebastián porque tengo miedo todavía», comenta afectada a este diario.Para la viuda de Ordóñez, «simplemente que exista la posibilidad de cruzarse con él es prueba de que algo no funciona en esta sociedad». En la misma línea, Ana Fernández Montes, hija del coronel de Infantería Diego Fernández Montes, asesinado por ETA en 1978, opina que «es una vergüenza que a este individuo se le deje entrar en San Sebastián». La casa de sus padres se encuentra unas manzanas más lejos. Sin embargo, no le tiene miedo. «Si le viera mantendría la mirada, pero yo sufriría más porque él carece de sentimientos», aseguró.A tan sólo cuatro portales del etarra vive Pilar Ruiz, madre de Joseba Pagazaurtundúa, asesinado en 2003 con 45 años, al igual que su viuda Estíbaliz Garmendia. Desde entonces, Pilar sufre problemas cardíacos, pero la mayoría de los vecinos la calificaron como una mujer fuerte. «Va a ser muy duro convivir con él, y más para Pilar, que perdió a su hijo hace cinco años», afirmó una vecina del mismo bloque. «No es justo que una persona que se encuentra moralmente destrozada tenga que verle todos los días», aseguran otros. La hermana del fallecido y presidenta de la Fundación de Víctimas, Maite Pagazaurtundúa, afirma que deberían realizarse cambios normativos para evitar «crueldades innecesarias».Justo enfrente del etarra vive Julio Iglesias Zamora, empresario secuestrado por ETA en 1993 durante 116 días. Desde aquella experiencia ha preferido guardar silencio ante los medios de comunicación. Una de sus vecinas le describió como una persona serena, amable y reservada.La historia más impactante la protagoniza Mª Teresa Embid Melero, viuda del asesinado en 1979 José Mª Herrera. Esta mujer convivirá con el etarra más cerca: vive justo en el piso de arriba.
LA RAZÓN, 1/8/2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡De horror! Enlacé tu entrada al recuento de algunas reacciones.
Un abrazo, Martha