sábado, 19 de abril de 2008

LO QUE DIGA LA CIENCIA

El sacrificio de Isaac. Giambattista Pittoni.

19.04.2008 - La Verdad de Murcia.ANTONIO DÍAZ BAUTISTA
Me repugna profundamente que el aborto se convierta en bandera del progresismo pues no veo, por ninguna parte, qué progreso aporta a la sociedad el que se impida nacer a miles de niños. Pero creo que lo más falaz es presentar las posiciones anti-abortistas como exclusiva consecuencia de determinadas creencias religiosas. En una sociedad libre nadie puede imponer ni los postulados ni, mucho menos, la práctica de su religión a los no creyentes. Sería inadmisible obligar a los ciudadanos a la abstinencia de carne los viernes de cuaresma, o a oír misa los domingos y fiestas de guardar, como me parece aberrante que ciertas colectividades fuercen a las mujeres a vestir de determinada manera o que, en algunos países, se impida beber alcohol o ingerir cerdo, a quienes lo deseen. Pero, a mi entender, el rechazo al aborto no obedece a un simple postulado religioso de los católicos, porque existen muchos anti-abortistas que no se consideran creyentes. También los hubo en la Antigüedad: Ovidio, un poeta romano del siglo I antes de Cristo, criticaba duramente a las damas que abortaban para conservar su buen tipo. Por cierto que no era ningún meapilas, sino que fue desterrado de Roma por libertino y sinvergonzón.Creo que es necesario plantear el debate sobre el aborto en un plano racional y separado de las convicciones religiosas, tomando en consideración los argumentos científicos, especialmente en una época, como la nuestra en que los avances de la investigación son tan espectaculares. En tiempos lejanos, cuando la Ciencia experimental estaba aún en mantillas, creían algunos que el concebido y no nacido, el nasciturus, era simplemente una parte del cuerpo de la mujer (portio mulieris). De ser así no habría inconveniente en que las féminas pudiesen decidir su extirpación, como la de cualquier tumor molesto o peligroso. Sin embargo, me parece que la Ciencia actual nos demuestra que el feto posee, desde el primer momento, su código genético, que prefigura su constitución futura, y, desde muy pronto, como todos hemos visto en las ecografías, presenta unas características de ser vivo, distinto de la madre, que se van haciendo más humanas a medida que avanza el embarazo. Por eso pensamos muchos que atribuir a la mujer la facultad de deshacerse libremente del concebido es como autorizar al casero a pegarle cuatro tiros al inquilino, para dejar la vivienda libre. Si los científicos, en cambio, nos lograsen convencer de que el feto es una masa inerte que ni siente ni padece, ni contiene un código genético individualizado, los anti-abortistas tendríamos que aceptar su práctica, aunque no lo admitiéramos, por razones meramente religiosas. Pero, mientras no nos demuestren lo contrario, pensamos muchos que lo progresista sería arbitrar medidas eficaces para ayudar a las madres en situaciones difíciles y para facilitar la adopción de los hijos no deseados

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