sábado, 27 de febrero de 2010

Servir a la Iglesia; Si, pero..





Comentaba hace tan solo unos días con un Vicario Episcopal en Murcia la rabiosa actualidad de las declaraciones del Papa Benedicto XVI en la visita ad limina de los Obispos escoceses, en la que los animaba a “llamar constantemente a los fieles a la completa fidelidad al Magisterio de la Iglesia, y al mismo tiempo apoyar y defender el derecho de la Iglesia a vivir libremente en la sociedad”. Comentábamos así mismo que estas valientes palabras solicitando la fidelidad, venían a colación de una hermosa afirmación muy usada en algunos círculos católicos, que aparentemente parecería pasada de moda dentro del panorama actual, y que dice así: “Servir a la Iglesia, como la Iglesia ser servida quiere”.

Ciertamente hoy en día lo que prima en nuestra sociedad es la libertad, pues se ha convertido en el “modus vivendi” no solo de la cultura moderna, sino también de gran parte de los cristianos que andan adormilados por la inocencia o por la ignorancia, y se han dejado llevar por los valores que nos están trasmitiendo los medios de comunicación de esta sociedad postmoderna, en la que se afirma falsamente que “la libertad es siempre un bien”. Lo lamento, pero tengo la certeza de que no siempre la libertad es un bien.

Explíquese, me pedirán algunos de ustedes. Otros en cambio dirán: esa afirmación es disparatada. Pues me permito abrumarles un poco mas, y contestarles que uno de los mayores bienes para los que somos católicos es la obediencia. Pero dirán algunos de ustedes: Da la impresión que la obediencia se manifiesta como lo contrario a la libertad. Pues lo que nos faltaba.

Empecemos a deshilar este ovillo. Parece que obediencia y libertad son términos contrapuestos, pero la realidad es bien distinta, y para percatarnos debemos aclarar los significados de dichos términos. Cuando hablo de obediencia, estoy hablando de esa obediencia que citan las Sagradas Escrituras por boca del mismo Cristo: “Rema mar adentro y echad las redes para pescar”, o San Pablo: “Someteos unos a otros por amor”. En segundo lugar, cuando hablo de la libertad me refiero a Cristo: Cristo es la libertad, y solo el que es libre, por ejemplo para no pecar, es verdaderamente libre, es decir es un cristiano; o por poner otro ejemplo, aquel que es capaz de obedecer, goza de la verdadera, de la única libertad; Y esto es así porque ciertamente el distintivo de la libertad no es otra circunstancia que poder obrar de modo diverso al resto de la sociedad; Pues bien, quien no es capaz de abandonar su pecado, no es distinto al resto de la sociedad; o quien no puede aceptar la voluntad de otro, ciertamente no es diverso del resto del mundo que nos rodea, y por tanto no es libre, o sea, que es esclavo de su concupiscencia o de su voluntad.

Pero volvamos a la afirmación primera: Servir a la iglesia. Sin lugar a dudas es un gozo servirla para todo aquel que la conoce, y la ama. Si, pero... ¿como la servimos? Normalmente la servimos como nos parece a cada uno, o quizás como nos apetece, o como nos han enseñado, etc.; Si me apetece hacer un rato de oración frente al Santísimo lo hago, y si me agrada ayudar al sacerdote haciendo las lecturas, pues lo hago; si me viene bien pues esta tarde rezare un rosario, decimos con total tranquilidad. ¿Son malas algunas de estas actitudes? Ciertamente no, pero ocultan una peligrosa realidad interior. ¿Cuál es esa peligrosa realidad?

Pues que hasta en la cosas espirituales actuamos por placer, por apetencia, por comodidad, o por tranquilidad moral, etc., y esto ciertamente no es servir a la Iglesia, es hacer lo que nos apetece. Para ponerles un ejemplo, es como ver la final de la Champion para alguien a quien le gusta el futbol con pasión. Ni mas ni menos. Por tanto, malo no es, pero...

Llegados a este punto ya podemos profundizar un poco más en lo que es “servir a la Iglesia”. Pues bien, servir a la Iglesia es hacer lo que sus ministros digan, te guste o no te guste, te apetezca o no te apetezca, te venga bien o no te venga bien. Tal es el sentido de la frase que finaliza con “como la iglesia ser servida quiere”. Por tanto esta bien que reces frente al Santísimo cuando te apetezca, o cuando lo creas conveniente, eso es buenísimo, pero la verdadera libertad, y la verdadera obediencia, es rezar frente al Santísimo cuando tu sacerdote te dice que lo hagas, y mas aun cuando no te apetece hacerlo. La obediencia es la libertad suprema, y por tanto es el mayor de los servicios que puede hacer un cristiano, pues pasa por encima de sus gustos, de sus apetencias, es decir pasa por encima de la propia voluntad, para obrar como lo hizo el mismo Cristo, y de este modo tu vida se convierte día a día en un servir como la iglesia quiere ser servida, es decir humildemente, obedeciendo en libertad.

Ojala que muchos de nosotros los cristianos aprendamos lo necesario de la humildad, que se muestra cada día a través de la obediencia, y así viviremos lo que es ser libres. Pues para eso se nos ha manifestado Dios, para ser libres nos libero Cristo; Para disfrutar de esa libertad que es ser capaz de obedecer, esa libertad que te potencia para poder negarte a realizar lo que te apetece, lo que te gusta, lo que te agrada, etc., es decir para no vivir ya para nosotros mismos, sino para servir a la Iglesia, como la Iglesia ser servida quiere.



Andrés Marín de Pedro
Tomado literal de Infocatolica.

domingo, 21 de febrero de 2010

Paro y obispos





Sin lugar a dudas en España percibimos en estos últimos tiempos un esperpéntico espectáculo que podríamos clasificar como casi circense, pues está siendo llevado a cabo tanto por gran parte de medios de comunicación, como por diversos voceros pro-gubernamentales, y cuyo único fin parece ser la de conseguir que cada día -tanto en los telediarios, en la prensa escrita, como en la radio y en la web- se situé una cabeza de turco católica para que la pisoteen los pies del populacho; Con ello no solo se busca distraer a las masas de la terrible y exasperante realidad económica y social que atravesamos, sino tambien señalar a un chivo expiatorio a quien culpar de todos los males que nos asolan, nos acechan, y nos sobrevendrán en estos duros años de crisis económica.

Ciertamente la historia viene de lejos, y el deporte nacional del “tiro al obispo”, era utilizado ya por 2003 cuando el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Don Antonio Maria Rouco Varela, era denunciado por “injurias” e “incitación a la discriminación por razón de orientación sexual“.

Y también por poner algun otro ejemplo en 2006 fue denunciado “por incitar a la exclusión de los homosexuales y por justificar la violencia de género”; Pero estas denuncias y situaciones esperpénticas tuvieron su punto álgido en 2008 cuando fue fustigado vergonzantemente mediante la publicación de las fotos semidesnudas, y los comentarios inmorales de una sobrina del prelado en una conocida revista pornográfica.

Pues bien, la actualidad ha superado con creces aquellas elucubraciones periodísticas, ya que si en aquellos años era fundamentalmente el Cardenal Rouco la cabeza de turco de todos los ataques laicistas, en los últimos meses parece que tanto el populacho, como las fieras mediáticas y políticas, piden más sangre en el circo español, y ya no son solo los Obispos los duramente atacados por los medios, sino también los laicos; Y para muestra asistimos hace algunos meses al linchamiento mediático en “El País”, del iniciador del Camino Neocatecumenal Kiko Arguello, y no hace muchos días al del Obispo de Granada Monseñor Martínez , para culminar con el “ametrallamiento” que está teniendo lugar estas últimas semanas con el nombramiento como Obispo de Monseñor Munilla, y con el linchamiento publico por la tergiversación de sus palabras al sacarlas fuera de contexto.

Ciertamente como es notorio en la España zapateril, los medios pro-gubernamentales han vuelto a poner de actualidad aquella vieja cita atribuida a Nerón que decía: “Al pueblo dale pan y circo”; Esta frase latina “Panem et circenses”, que tanto los emperadores romanos, como la mayoria de los gobernantes populistas de todas las épocas han puesto en boga en las más diversos momentos históricos, tienen su culmen en la progresia mediatica española que la ha transformado en “Panen et episcŏpus“

Recapitulando: En España del reparto del pan se está encargando el gobierno a pasos agigantados, creando cientos de miles de gargantas agradecidas, pues su torpeza para acometer la crisis económica está obligando a millones de españoles a vivir con un mendrugo de pan, que unos consiguen en el paro, otros del Per, otros del Plan E, y otros simplemente asistiendo a las manifestaciones sindicales, etc., y de todo eso le pediremos cuentas a este torpe gobierno en las próximas elecciones; Pero del circo mediatico los culpables son un grupo radical e inmoral de medios de comunicación, y a estos lamentablemente no podemos castigarlos en las urnas; Por ello quizá sea necesaria plantear una campaña social contra los medios que de modo artero e infame, acusen, difamen, o dilapiden a cualquier persona por intereses económicos o politicos, o por el simple rédito comercial, etc., y para ello bastaría con amenazarles con que una parte de la sociedad dejaremos de comprarlos, de leerlos, o de verlos, etc., y quizás así se serenen un poco, y dejen de colocar a cristianos inocentes frente a la fieras tanto políticas, como del circo mediatico español.

Para finalizar solo me queda corroborar como entre el generalisimo Franco, y el sonriente Zapatero, en términos de populismo no hay demasiada diferencia, pues el primero nos daba pan y futbol para distraernos, y el segundo aporta el paro, el per, el Plan E, y portadas de obispos para conformarnos.

Este dato nos permite comprobar que tanto entre los políticos que nos gobiernan, como entre la mayoría de los medios de comunicación, han cambiado algunos gustos, pero las maneras continuan siendo las mismas.

Andrés Marín de Pedro.

domingo, 7 de febrero de 2010

El hombre desalmado





El fenómeno religioso a lo largo de la historia ha cooperado con la sociedad para ofrecer una visión diversa del mundo que nos rodea; tal es así que las religiones han mostrado y enseñado a la sociedad la existencia de otro mundo distinto al que contemplamos, y tocamos. Me refiero al mundo espiritual y con él, a la existencia de acontecimientos, lugares, cosas, actitudes o personas que nos acercan hacia esa otra realidad, hacia el mundo de lo neumático. Frente a esto, el mundo ateo propone que todo lo que existe es contable y palpable, y por tanto tiene un valor relativo, es decir, el que se le ha querido dar en cada momento por un grupo social; así tanto a los lugares, como a las cosas, los acontecimientos, e incluso a las mismas personas tiene un valor relativo. Hoy por ejemplo para el mundo ateo esta mal vista la tala de árboles, o la muerte de animales, algo que hasta hace tan solo cincuenta años era muy bien visto por este grupo social.

Pues bien, a pesar de los muchos, e incluso graves errores que se han perpetrado a lo largo de la historia por el hecho religioso, seria no solo torpe, sino estulto, no valorar como muy positiva la existencia del cristianismo, y su aportación, no solo en el sentido cultural, político, económico, social, idiomático, científico, e incluso demográfico –pues millones de hombres, incluso usted y yo, no existiríamos en la actualidad si desde la Iglesia Católica no se hubieran apoyado y promovido la vida–, etc.; así también entre otras muchas circunstancias, no existirían los domingos como días festivos, etc. Por tanto la sociedad en la que vivimos seria imposible de imaginar sin la aportación cristiana.

Sin embargo, en estos últimos años en todo el mundo se está dando un proceso diverso: estamos asistiendo a la persecución de lo religioso, y este hecho se está llevando a cabo de un modo enfático y radical en España; se tacha a lo católico no solo de antiguo o retrogrado, sino incluso como pérfido y ruin. Esta difamación publica del hecho católico esta siendo orquestada desde posiciones fundamentalmente de izquierdas, aunque también desde la derecha, pero fundamentalmente desde las filas de la masonería con la intención de crear una nueva sociedad irreligiosa y anti-tea, promoviendo desde el gobierno leyes totalitarias como la legalización del aborto libre, la obligatoriedad de la asignatura de E.p.c., o la próxima “Ley de libertad religiosa” que someterá cualquier actividad religiosa a la tutela del poder político del momento, etc.

Pues bien, este proceso tiene sin lugar a dudas la finalidad –no solo separar la fe y la razón que durante miles de años han convivido juntas– sino de destruir toda religión, y con ello a todo lo sagrado de la sociedad, tanto los lugares, los acontecimientos e incluso las personas que puedan tender un puente hacia el cielo. Según calculan los perseguidores del hecho religioso, que al conseguir finalmente eliminar a Dios, aparecerá un verdadero hombre, despojado de fantasías e ilusiones, de mitos y elucubraciones, será por tanto “el hombre nuevo”, y con él, aparecerá una nueva sociedad prospera, y pacifica, sin valorar que al matar a Dios, se destruye el amor, la misericordia y el perdón, y con ello se relativiza toda dignidad humana: ¿Un feto es acaso un hombre?; ¿Un viejo o un enfermo es tal vez un hombre? Esto se pregunta hoy nuestra enferma sociedad.

Por todo lo expuesto anteriormente, hoy más que nunca es necesario que todos los hombres de buena voluntad, ya sean religiosos o ateos, agnósticos, socialistas, liberales, etc., valoren y sean conscientes de que al consentir la destrucción de la fe, están minando también la razón; al matar el alma, destruyen también el cuerpo; al asesinar el espíritu, solo queda carne; y con ello ciertamente aparecerá un hombre nuevo, el hombre desalmado; y con él, una sociedad enferma, una sociedad sin espíritu, una sociedad sin alma.

Andrés Marín de Pedro
Tomado literal de INFOCATOLICA
En la foto el logo de los Anti-theos.